La esencia
Existe un hilo conductor en mi deseo innato de escribir. La esencia de mi obra es “la necesidad de contar”. Cuando experimento ese anhelo, elijo el lienzo adecuado, permito que la historia crezca en mí y comienzo a tejer el relato, dando vida a los personajes. Cada historia es diferente, requiere un género específico para desarrollarse y necesita tiempo para madurar.
Antes de ser padre, sentí la necesidad de retratar con una mirada nostálgica la vida rural de mi infancia y compartirla con la generación de mis hijos. Así, autopubliqué (amateur) la novela El Valle Perdido en 2004.
Dioses de Babel es un proyecto que ha estado madurando lentamente durante más de una década. En esa época, durante un lustro, viví bajo la amenaza de perder mi trabajo. La lectura y mi dedicación a la educación vial me ayudaron a sobrellevar ese largo tormento hasta que llegó la sentencia absolutoria.
Nada sucede por azar y cada experiencia dolorosa contribuye a nuestro crecimiento personal. En mi vida profesional, hubo un momento en el que decidí cambiar de rumbo y emprender lo que llamé “mi proceso de promoción inversa”. Tras ocupar (de forma interina) el puesto de subinspector de policía, renuncié al cargo un año después al no llegar la estabilidad laboral que me habían prometido. Gracias a aquel paso atrás he alcanzado mi sueño de ser escritor. Deje atrás parte de mi sueldo, galones, despachos y poder. Mientras, otro compañero interino “tiró el penalti sin portero”, anotó el gol y ascendió a los cielos gracias a la mano de Dios.
Habiendo elegido el camino inverso, tuve que superar muchos obstáculos y agotar reservas de salud hasta ocupar el puesto “de menor vigor y responsabilidad” que me correspondía por mis tres décadas de servicio y medio siglo de vida. Percibir la mediocridad y el distanciamiento de algunos compañeros fue triste.
Nunca asumo el rol de víctima, y agradezco las enseñanzas de la vida. Para mí, escribir es un proceso natural de constante crecimiento personal que me conduce a lograr mi mejor versión.
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