Mi camino


Algunos disfrutan alimentando su ego colgándose medallas (o “melladas”, como digo en tono jocoso), y en mi profesión esto es aún más común. Afortunadamente, los años no solo llenan de canas tu cabello y despejan tu frente (como en mi caso), sino que también te otorgan una mirada serena. Esta mirada permite distinguir entre aquellos que honran la hermosa profesión de servidor público con dedicación y profesionalidad, y aquellos que buscan aplausos fáciles y medallas por pura vanidad.

 

En mi caso, encontré mi camino en la Seguridad Vial y, desde el siglo pasado, he impartido educación vial para niños, jóvenes y adultos. Siempre he estado comprometido con la prevención de los siniestros viales. Desde el año 2017, lo hago de forma independiente a través de la ONG AIPSEV, de la cual soy cofundador y presidente.

 

En mi rol de educador descubrí mi pasión, que me permite desarrollar a fondo mis habilidades y mi talento natural. En resumen, fluyo y encuentro felicidad al hacer lo que amo en entornos educativos donde se valora mi dedicación. Con haber salvado una sola vida, me daría por satisfecho.

He tenido la suerte de enriquecerme y compartir mi pasión por la educación vial fuera de nuestras fronteras, visitando Chile, Ecuador, Paraguay, Argentina, Colombia y Polonia. En España, he colaborado con diferentes policías locales en varias comunidades autónomas.

 

El reconocimiento más hermoso que he recibido provino de una niña de ocho años en un humilde colegio de Santiago de Chile. Al finalizar la clase, nos pidió a mi esposa y a mí que nos acercáramos para darnos dos besos y decirnos: «Gracias por venir desde tan lejos para enseñarnos estas cosas tan importantes». Esto sucedió a 11000 kilómetros de nuestra casa, cuando nos separamos de nuestros hijos Marta e Ismael (eran menores), para participar en un foro internacional de seguridad vial infantil al que nos habían invitado.

 

Inma, mi esposa (educadora vial), y yo compartimos vida desde hace casi tres décadas, y tiene mucha culpa de que estés leyendo estás líneas. Ella y nuestros hijos siempre creyeron en mí y me ayudaron a levantarme en los momentos más difíciles; les debo la vida. Sin ellos, jamás habría llegado hasta aquí.

 

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